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Caso documentado por Cristina Castañeda, 2011  

“La gente se apoderó de su territorio cuando rompió las barreras de la geografía del miedo” dice Gonzalo Agudelo. Y no podría haberlo dicho de una mejor manera. Siete municipios de esta región del Meta, construyen un proceso de reconciliación, convivencia y gestión comunitaria, que es significativo porque antes se consideraban enemigas por pertenecer a tradiciones políticas diferentes, y a las que se señalaba como simpatizantes de los diversos actores armados que confluían en la región del Ariari[1].  La historia de estos municipios comenzó después de la violencia bipartidista de 1950, cuando muchos campesinos huyeron del odio entre conservadores y liberales y colonizaron tierras baldías en el noroccidente del departamento del Meta[2], pero esta violencia bipartidista se vio reflejada también en el momento de la colonización. Los municipios  a los que se hace referencia  y que pertenecen a la región del Alto Ariari son: Cubarral, El Castillo, El Dorado, Fuente de Oro, Guamal, Lejanías y San Martín algunos con mayor liderazgo en  este proceso, pero todos con una estigmatización de violencia.

 

Para el periodo entre 1984 a 1999 había en la Región del Ariari, específicamente en dos de los Municipios (El Castillo-El Dorado), una línea imaginaria en Puerto Sánchez que dividía el territorio; los habitantes de cada lado no podían pasar más allá de este caserío pues era el límite entre la vida y la muerte. Separados solo pro 10 kms, hasta hace poco nadie se atrevía a ir de uno a otro pueblo pues 40 años de violencia política los separaban, El Castillo liberal y El Dorado, conservador. El primero con el estigma de guerrillero y el segundo, de paramilitar. “El odio que llegaron a acumular entre sí los habitantes de estos dos caseríos vecinos del Alto Ariari, por razones políticas, no tiene antecedentes en el país posterior al Frente Nacional. Un conflicto que enterró a más de 200 muertos de ambos bandos en casi 15 años de lucha”. Hubo muchos intentos de romper estas fronteras, pero no funcionaron.

 

Fueron necesarios casi tres años de reuniones y acercamientos  para “romper la barreras de miedo y lograr la confianza y la paz entre los pobladores del territorio” afirma Gonzalo Agudelo quien fue con el sacerdote José Crisanto Ramos, y los presidentes de la junta de acción comunal de ambos municipios los gestores y ejecutores de esta, su acción colectiva. Según Gonzalo, en 1998 el proceso se gesta en silencio con ayuda del PNUD y la comisión de Paz del departamento, como respuesta a la cantidad de hechos violentos que se presentaban en la región cada año. Se inicia con reuniones preparatorias y por separado para ir preparando el terreno. El 15 de julio de 1998 se hizo un primer encuentro público entre las comunidades y autoridades de las dos regiones en la iglesia de Cubarral, municipio neutral aunque cercano ideológicamente a El Dorado, para establecer los lineamientos a seguir  durante todo el proceso, así: i) No debemos hacernos reproches por cosas  que no podemos responder ii) No hay representantes de ningún bando y todos somos iguales iii) Nos unimos en el hacer y no el decir iv)Tenemos una historia en común contémosla v) Precisemos los problemas que tenemos en común vi) Dejemos de lado la lengua engatillada. 

 

“Después de más de ocho horas de trabajo nació el primer documento de paz, en el que quedó consignada la esencia del acuerdo, como lo dijo el hoy alcalde de El Dorado, Euser Rondón: que ellos no pretendan que nos volvamos comunistas y que nosotros no esperemos que se vuelvan conservadores”[3]. Los presidentes de las juntas de acción comunal fueron los encargados de trasmitir el mensaje en sus municipios y a los grupos armados, exigiendo a estos últimos dos cosas: que no incluyeran a la población civil en los actos violentos y que excluyeran a los niños del conflicto. Pero además, se trataba también de buscar la convivencia entre pueblos y dejar atrás los odios, recuperando la confianza perdida entre pueblos hermanos.

 

Además de documentos, se realizan marchas exigiendo a los grupos armados que los dejen fueran del conflicto. Se establecen actividades que permitan que los habitantes se unan entorno a algo en común, en estos casos fueron sus fincas y su actividad agropecuaria. Se buscó generar una nueva identidad regional, “yo soy del Ariari”, dejando atrás afirmaciones locales, partidistas y relacionadas con actores armados, como “Soy del Dorado, pueblo conservador o paramilitar”. Durante los casi tres años de este proceso se tuvieron algunos logros: i) La creación de la Asociación de Municipios del Alto Ariari en el año de 1998 como una respuesta de los alcaldes y funcionarios de la Consejería de Paz para el Departamento del Meta a la inquietud de las la juntas de acción comunal. ii) Acuerdo de paz y pacto de no agresión, en la cual los campesinos de estos municipios puedan circular libremente por esta región, sin que terminaran asesinados a manos de la gente de los otros municipios. iii) Disminución de los índices de violencia en contra de los campesinos. iv) En desarrollo del acuerdo, se logró el retorno de los niños y jóvenes a la Unidad Educativa Concentración de Desarrollo Rural ubicada en la inspección de Puerto Sánchez que para el tiempo en que duró esta confrontación muchas veces había más personal administrativo que niños, cuenta Gonzalo Agudelo, con esta acción se pasó de 20 estudiantes a tener 420 en un periodo de dos años. Esta experiencia ganó el premio nacional de paz en 2002

 

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