Caso documentado por Paula Kamila Guerrero, 2014
Buena parte de tensiones en las dinámicas autonómicas surgen entre vecinos. Es el caso de la quema de la capilla doctrinera en San Andrés de Pisimbala, Tierradentro, en el marco de un viejo conflicto interétnico en el nororiente del Cauca que involucra a indígenas nasa y a la comunidad de campesinos de San Andrés de Pisimbalá. Las dos organizaciones sociales se disputan el territorio: por un lado, el Cabildo Indígena reclama el control de la educación y a la recuperación de tierras para el resguardo; por el otro lado, los campesinos del área de población, adscritos a la Asociación de Campesinos de Inzá-Tierradentro, ACIT, se resisten al sometimiento de la autoridad indígena. En medio de este ambiente de conflicto tuvo lugar la quema de la Capilla Doctrinera de San Andrés ocurrida en marzo de 2013.
San Andrés de Pisimbalá en tanto resguardo nasa remonta su origen al establecimiento de los encomenderos en la región en 1640 (Mejía Guinand 1996). En la actualidad es uno de los seis resguardos reconocidos por el Estado en Inzá con aproximadamente 4000 has y 1570 habitantes. Como área de población, fue creada en 1928 (Alcaldía de Inzá, s.f, p. 128) con el fin de reducir el Resguardo a partir de la escrituración de territorios (Sevilla Casas 2012), generando un enclave “blanco” dentro del territorio indígena. En el centro poblado habitan cerca de 644 campesinos, colonos o mestizos (Alcaldía de Inzá s.f, 262). Las prebendas territoriales que favorecen a determinados grupos étnicos han contribuido a que los conflictos entre comunidades por el territorio se hayan tornado comunes en el departamento del Cauca, afirmación que podría extenderse a la totalidad del territorio nacional. A la diversidad étnica que comprende el departamento, se le suma que éste también ha sido escenario histórico del conflicto armado, pues ha contado con la presencia de diversas guerrillas (Montoya Prada, 2009).
Hasta hace aproximadamente 40 años, la relación entre blancos e indios estaba determinada por el terraje, es decir, se trataba de “una relación de carácter feudal, servil, según la cual un indígena debía pagar en trabajo gratuito dentro de la hacienda el derecho a vivir y usufructuar una pequeña parcela, ubicada en las mismas tierras que les fueron arrebatadas a los resguardos indígenas por los terratenientes”(Vasco Uribe, 2008, p. 373). Aunque el departamento del Cauca históricamente ha sido predominantemente indígena, desde 1991 algunas comunidades nasa han emprendido procesos de revitalización de su etnicidad que, entre muchas otras cosas, han sido impulsados por la inminente necesidad de territorios. La comunidad nasa de San Andrés de Pisimbalá ha construido su proyecto identitario a partir de la recuperación de su cultura y territorio ancestral para diferenciarse de los mushcas, colonos o mestizos con los que convive, un proceso que ha tomado matices violentos a través de recuperación de tierras y enfrentamientos con grupos subversivos y con el mismo Estado. Por su lado, el proceso organizativo de los campesinos surgió casi como antagónico al de los indígenas: ellos luchan por defender el territorio que legalmente adquirieron durante el siglo XX. No obstante, los campesinos no pueden apelar al discurso de la ancestralidad, al tiempo que deben afrontar su invisibilidad ante el Estado. Por esta razón han centrado sus argumentos en la permanencia continua en la región durante todo el siglo pasado y luchan porque sus derechos se cumplan y respeten tanto como los de los indígenas.
El movimiento campesino se presenta “casi” como antagónico al indígena porque, lejos de ser opuestos, la lucha de ambos movimientos es fundamentalmente la misma: ambos constituyen sectores que han sido históricamente marginados y desposeídos. Sin embargo, el reconocimiento desigual que ha otorgado el Estado a las comunidades indígenas a partir de 1991, en un primer momento condujo a fusión de ambos sectores a través de la indigenización del campesinado para hacer efectivo los reclamos de la población rural en la forma requerida por el Estado. Posteriormente surgió la necesidad de diferenciarse claramente unos de otros para emprender luchas separadamente.
Cinco años atrás las tensiones territoriales entre campesinos e indígenas estallaron, cuando un Decreto Departamental concedió la administración de cientos de instituciones educativas en el Cauca, incluyendo algunas por fuera de resguardos indígenas, al CRIC; esto resultó en una serie de enfrentamientos en San Andrés de Pisimbalá por el manejo de una institución que desde su creación hace 20 años había recibido tanto estudiantes indígenas como mestizos. Los protagonistas de la pugna fueron principalmente los indígenas del cabildo que se declararon a favor de la educación propia, mientras que los campesinos –adscritos a la ACIT- se oponían a que la educación saliera de manos del Estado. El cabildo se tomó dicha institución educativa, negando el acceso de estudiantes y maestros que rechazaban el proyecto educativo indígena. Con el paso del tiempo las relaciones se han polarizado con el agravante de que al involucrar la educación, el conflicto ha permeado a las generaciones más jóvenes.
La Capilla Doctrinera de San Andrés de Pisimbalá fue construida en el siglo XVIII y fue reconocida por mantener gran parte de sus rasgos arquitectónicos coloniales como el techo en paja y espesos muros en tapia pisada y bareque. Actualmente es considerada como Bien de Interés Cultural de la nación y junto con el Parque Arqueológico de Tierradentro, incluido en 1995 en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, movilizan un turismo que representa una porción significativa de los recursos del municipio. En el pasado la Capilla Doctrinera de San Andrés de Pisimbalá fue un lugar de encuentro entre campesinos e indígenas. En torno a ella se forjó un símbolo de identidad inter-étnica, pues si bien su construcción fue ordenada por españoles, fueron los indígenas los ejecutores la obra, quienes más adelante se la apropiaron junto con los colonos-campesinos que poco a poco llegaron a la zona.
En la madrugada del 28 de marzo, jueves santo, inexplicablemente la Capilla se prendió en llamas y su techo de paja rápidamente se consumió. Así lo recuerda un indígena nasa del resguardo de San Andrés: “[El incendio ocurrió] casi en la madrugada. Nosotros oímos y ya fuimos a prestar ayuda […] la administradora del Parque Arqueológico vino desde Inzá, vino con los extintores y con las camionetas, pero ya no se pudo hacer nada. Nosotros fuimos como a las 2:30 de la mañana. […] cuando yo llegue a la capilla eso ya estaba muy verraco” (Entrevista a Indígena Nasa, San Andrés de Pisimbalá, 27 de noviembre de 2013).
Aunque nadie vio, nadie escucho y nadie sabe qué pasó con exactitud, tanto los indígenas como los mestizos tienen la certeza de que las llamas fueron originadas intencionalmente por alguien; para quienes lo presenciaron, las características del fuego incluso sugerían que éste provenía de la quema de un potente combustible: “No sé qué le habrán echado porque cuando yo llegué el incendio ya iba enorme. Estaba terrible y no apagaba; la gente con baldes, con agua; ya como a las 6 de la mañana acabaron de apagar eso” (Entrevista a Indígena Nasa, San Andrés de Pisimbalá, 27 de noviembre de 2013)
Esa madrugada la tristeza y el desconcierto se apoderaron de todos. Campesinos, indígenas, católicos, cristianos y evangélicos repudiaron el acto y se movilizaron para apagar las llamas. Por un breve instante volvieron a ser un solo pueblo y juntos lloraron la pérdida. Un indígena nasa practicante del cristianismo, se refirió a los hechos con tristeza y narró la forma como la comunidad reaccionó al incendio: “Yo voy es a la iglesia cristiana, pero al igual yo respeto. Anduvimos ayudando a apagar. Claro que medio pesar, eso es nuestro patrimonio. [Lo que hacia la gente era] llorar, otros bravos echando madres, echando la culpa, pero al final eso no lleva a nada” (Entrevista a Indígena Nasa, San Andrés de Pisimbalá, 27 de noviembre de 2013)
En el pueblo se dice que no es la primera vez que la Capilla es incendiada. Aunque se habla hasta de dos quemas más en el pasado, en la bibliografía solo se registra otro incendio en 1972 (Ministerio de Cultura, s.f.). Este evento fue recordado y descrito por otro indígena de la siguiente forma: “Hasta la primera quema que hicieron, los indígenas se movieron [para arreglar la Iglesia]: eso fue rápido buscando la madera, buscando la paja, lo que hubiera. No recuerdo en que año, pero eso fue un hijo del mismo alcalde del municipio. Y como era hijo de un jefe, nadie pronuncio nada, ni los indígenas ni los campesinos” (Entrevista a Indigena Nasa, San Andrés de Pisimbalá, 21 de noviembre de 2013). Un año después de ocurrido el segundo incendio, ni las autoridades tradicionales ni las ordinarias han logrado establecer quién ocasionó el fuego; sin embargo, ambos sectores consideran que el evento guarda relación con el enfrentamiento entre indígenas y campesinos que se ha agudizado desde 2008. La convivencia entre ambos grupos desde unos años venía siendo conflictiva y, quizás debido a que no se ha hallado al responsable, a partir de este evento se ha tornado más y más tensa pues, como señala un indígena del cabildo, existe un “resentimiento sin saber con quién”. Sin embargo, cada facción se esfuerza en responsabilizar a la otra renovando los viejos conflictos.