Caso documentado por Belén Gómez, 2014
Belén de Umbría está ubicado en el departamento de Risaralda y el café es el cultivo más importante. Hace décadas el café representó el mayor orgullo de los habitantes del sector rural, no sólo por el ingreso que generaba, sino por ser uno de los pocos productos cuyos cultivadores se encontraban agremiados y representados por una Federación en la que confiaban plenamente. Además tenían el Fondo Nacional del Café que los respaldaba y contaban con los Comités de Cafeteros a través de los cuales recibían asistencia técnica, apoyo en infraestructura e incluso apoyo financiero con diferentes programas de incentivos económicos para renovación de cafetales, nuevas siembras, infraestructura para beneficiaderos, etc. Participaban en las elecciones cafeteras para elegir a sus representantes a nivel municipal y departamental, lo que fortalecía considerablemente el gremio.
Luego de unos precios muy bajos, en 1996 el precio del café tuvo un incremento considerable de más del 200% y así se mantuvo por un tiempo lo que les permitía apenas sostenerse con pocos beneficios. A diciembre de 2010 la carga de 125 kilos de café pergamino seco tenía un precio interno de $977.500, superando el millón de pesos en el 2011; Con este precio los caficultores cubrían los costos de producción y obtenían ciertas utilidades del cultivo. En enero de 2013 el precio llegó a $504.375 y seguía bajando, los programas e incentivos decayeron e incluso el programa de asistencia técnica también se vio afectado. Por primera vez los caficultores empezaron a desconfiar de su propio gremio y de sus representantes.
La primera estrategia que implementaron para mantener su economía fue prestarle mayor atención al plátano y a extender sus plantaciones; incluso se hizo una planta de procesamiento en el municipio. También se interesaron en otros cultivos como el aguacate. Ambos cultivos se podan sembrar asociados con el café.
Luego de un tiempo de desconcierto y de mantener la esperanza de que el precio mejorara, pues además “el cafecito siempre había sido un buen cultivo y merecía que se le tuviera paciencia”[1]. No obstante, el tiempo fue pasando y los ahorros se fueron agotando; el precio del café seguía cayendo, y los insumos seguían subiendo. “Así no hay bolsillo que aguante”. También el clima seguía siendo adverso a la producción.
Entre amigos y vecinos y luego de manera más organizada, empezaron a discutir el asunto, primero a nivel veredal y luego a nivel municipal. Los líderes buscaron apoyo de algunos representantes ante el municipio como concejales, docentes, estudiantes, movimientos indígenas y ampliaron luego sus diálogos con los municipios de Guática, Viterbo, Anserma, Risaralda y San José. Así se fueron organizando varias movilizaciones a nivel local y regional, como la movilización cafetera a Manizales el 27 de agosto de 2012, en la que se concentraron aproximadamente 20.000 caficultores, entre ellos varios caficultores del municipio de Belén de Umbría. En esta manifestación se establecieron contactos con otros representantes y así el 28 de noviembre de 2012 se hizo el plantón cafetero en Bogotá.
Las comunidades indígenas manifestaron su total respaldo a los caficultores. También “los terratenientes apoyaron, por debajo de cuerda, con financiación el paro, pero no hicieron presencia física y también pidieron no mencionar este apoyo”. Finalmente llegó también el apoyo del movimiento Dignidad Cafetera. La movilización en el sitio Remolinos empezó el 6 de marzo de 2013. “Comenzamos siendo no más de 30 sujetos, entre campesinos, universitarios, docentes, ciudadanos del común y, por supuesto, infaltables Judiciales vestidos de civil”. “Las primeras miradas de los asistentes relataban un cierto desinterés por mediar palabras, hasta que en unos siete jeeps en fila india, pasan sobre el trémulo puente del río Risaralda cargados de ollas, plátanos, papa, yuca, plásticos y un centenar de indígenas multicolores. Llega la Guardia Indígena a Remolinos”[2].
Remolinos fue escogido por ser este un sitio clave para el transporte al unir vías que comunican varios municipios con la capital del departamento. De esta manera la presión ejercida era mayor pues se impedía cualquier tipo acceso a y desde la capital. Durante años, este ha sido el punto de encuentro; “cada vez que se menciona una manifestación, hay personas a las que aun sin haberles mencionado el sitio, llegan allá”. Los caficultores fueron insistentes en que la suya era una marcha pacífica. Al principio se mantuvieron a los lados de las vías, pero ante la indiferencia del estado y de la Federación tomaron la decisión de bloquear la vía. Algunos brotes de violencia que se presentaron fueron controlados por los mismos caficultores.