Caso documentado por Jaime Eduardo Reyes, 2009
Una mirada de más largo plazo desde el Tolima permite comprender los vaivenes de estas demandas. En 1995 los cafeteros del Tolima adelantaron una jornada de ocupación del parque Murillo Toro en Ibagué que duró varios meses y que terminó con el desalojo de estos por parte de la fuerza pública. La crisis cafetera que empezaba a ser evidente, llevo a proponer un paro cafetero nacional que se convirtió en un paro nacional agrario. A la protesta se sumaron diferentes gremios económicos. Ese paro se decretó el 18 de julio de 1995 y fue convocado por la Unidad Cafetera por dos causas: una, porque el bienestar de los cafeteros había disminuido de manera ostensible a raíz del rompimiento del pacto cafetero con una caída del precio mundial del grano; la venta de la cosecha estaba un 30% por debajo de los costos de producción y la rentabilidad era nula. En 1991 los cafeteros asumieron créditos con el Banco Agrario y el Banco Cafetero con el fin de renovar sus cultivos, pero con la llegada de la broca las cosechas disminuyeron en un 25% sumiendo a los cafeteros en una crisis nunca imaginada que les impidió cumplir sus compromisos. Cuando en 1994 el precio internacional del grano se había cotizado a la alza en los mercados internacionales llegando a los dos dólares, el precio no se pudo aprovechar debido a que los cafeteros habían abandonado o perdido sus fincas y muchos estaban arruinados. La segunda razón fue la promesa incumplida del presidente Samper que en su campaña se había comprometido a apoyar presupuestalmente al Fondo Nacional del Café para subsidiar a los pequeños caficultores y luego en el marco de la crisis, incumplió la promesa.
En el departamento, la Asociación de pequeños y medianos caficultores del norte del Tolima, ASOPEMA, que contaba con el apoyo de la Iglesia Católica, aglutino a los manifestantes. El paro indefinido comenzó a las cero horas del día 20 de julio de 1995 en varios municipios como Saldaña, Rovira, Fresno mediante la obstaculización de algunas vías, buscando ser escuchados por el gobierno nacional. “Alrededor de mil 500 pequeños y medianos cultivadores provenientes de los municipios cafeteros del norte del Tolima, se desplazaron al parque Manuel Murillo Toro de Ibagué, con el fin de hacer parte del paro nacional cafetero…del cual se hablaba en un principio sería de 24 horas, al parecer se prolongará por más tiempo” (El Nuevo Día END, 20/julio/1995). La fuerza pública señalo la infiltración por parte de grupos al margen de la ley como una forma de deslegitimación de la protesta. Los campesinos demandaban el subsidio para el pago total de la deuda para pequeños y medianos agricultores, la indemnización mediante programas de sustitución de cultivos de café para zonas marginales, garantizando la asistencia técnica y la comercialización, plan de emergencia para el control de la broca, alza en el precio de la carga de café, créditos con intereses de fomento a largo plazo y seguros de cosecha para pequeños y medianos agricultores. Además, demandaban políticas de salud, vivienda, educación y protección laboral para los trabajadores del sector agropecuario y para la mujer campesina e indígena, entrega de tierras con créditos a largo plazo y crear veedurías de pequeños y medianos caficultores para el manejo de los recursos del Fondo Nacional del Café y de la Federación Nacional de Cafeteros.
En el Líbano para la época 14 campesinos se suicidaron con Thiodan, insecticida utilizado para controlar la broca y un campesino de Villahermosa murió de un impacto de bala durante una movilización que terminó en refriega con la policía en Bogotá. Ciento cincuenta mujeres cafeteras se tomaron la Catedral de Ibagué “cargadas con niños pequeños, ollas, banderas blancas y de Colombia” (Tolima 7 Días, 6/09/1995) y finalmente, el parque Murillo Toro fue desalojado por la fuerza pública sin que los cafeteros avanzaran en su pliego “Los campesinos se fueron con las manos vacías” (Tolima 7 Días, 27/09/1995). Durante tres meses los campesinos cafeteros mostraron su persistencia para hacer valer sus peticiones.
Doce años después muchos cafeteros estaban dispuestos a repetir la historia. Durante la segunda semana de octubre de 2007, miles de campesinos tolimenses manifestaron su inconformismo frente a los resultados de diferentes políticas departamentales y nacionales, pero especialmente de las políticas agrarias. Pero además protestaban por los impactos de la guerra, en particular el señalamiento a campesinos como guerrilleros “dados de baja” por parte del ejército, que luego se denominó “falsos positivos” y el reclutamiento obligatorio de jóvenes campesinos para prestar servicio militar. La administración municipal no autorizó ningún tipo de marcha porque se podría alterar el orden público debido a la infiltración de la protesta por parte de grupos al margen de la ley, versión presente 12 años atrás sin que esa preocupación se hubiera traducido en capturas de subversivos.
El pliego de peticiones era muy similar al de 1995 en términos de las condiciones de producción y comercialización, así como la atención de cuestione básicas como arreglos en las vías, acueductos rurales, salud y educación; la mayor diferencia era el reclamo por las violaciones a los derechos humanos y la represión ejercida por las fuerzas del Estado. Las cosas en vez de mejorar, habían empeorado.
“Para velar por la seguridad ciudadana y evitar problemas de orden público durante el paro armado campesino”, la orden impartida a las tropas del ejército de Colombia fue la de “impedir a toda costa la movilización masiva de personas y promover el regreso hacia sus lugares de origen” (END, 10/10/2007). El Gobernador finalmente autorizó el ingreso de la marcha a Ibagué y la administración municipal declaró la alerta amarilla y la emergencia sanitaria. Una ambulancia con personal médico instalada en una esquina del parque atendió a los campesinos que ya empezaban a enfermarse; en una mañana se atendieron más de 130 casos, algunos de los cuales hubo que remitir al hospital. Igualmente de instalaron dos baños móviles.
La concentración de más de siete mil campesinos en Ibagué, inició el miércoles 10 de octubre, en horas de la noche, en sitios emblemáticos de la ciudad como el parque Manuel Murillo Toro, ubicado al frente del edificio de la Gobernación, la Concha Acústica, lugar en donde se realizan los eventos centrales de las fiestas populares de Ibagué, y el Parque Centenario, el más grande e histórico de la capital, todos lugares muy cercanos entre sí en el centro de la ciudad. Allí instalaron carpas y cambuches y llegaron preparados con víveres para permanecer por un tiempo. Y llegó a su fin el sábado 13 de octubre, después de doce horas de negociación. Los avances más importantes fueron los relacionados con la protección de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, logrando que la Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría se comprometieran a esclarecer el asesinato de diez campesinos que habían sido presentados como integrantes de grupos armados al margen de la ley, sin serlo.
No hubo un actor colectivo que convocara y liderara la protesta. Tímidamente se expresó la presencia de la Coordinadora Agraria y se mencionó la existencia de la Federación de Usuarios Campesinos del Tolima FUCATOL, agrupaciones que no aparecen en los registros formalmente como quienes llevaran la vocería del campesinado. Los actores protagónicos fueron todos y cada uno de los campesinos que participaron, sin la intermediación de actores tradicionales como el sindicato o el municipio. La gran mayoría eran hombres, las mujeres se quedaron en sus fincas. Antes del viaje hicieron “una vaca” en dinero y alimentos con el fin de poder financiar la marcha. Aquellos campesinos que se quedaron aportaron 60 mil pesos los hombres y 20 mil pesos las mujeres.
Los registros muestran la palabra olvido como la constante en las opiniones de los campesinos. Como lo expreso una de las participantes: “Nos organizamos voluntariamente porque estamos cansados del abandono del gobierno, venimos a exigir lo que nos corresponde, ya agotamos todas las vías legales, hicimos todo lo que teníamos que hacer, y por eso estamos aquí, porque nunca nos cumplieron las promesas”.