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Caso documentado por María Elsy Sandoval, 2013

El siglo XX fue para las comunidades negras del norte del Cauca y el sur del Valle, un siglo de luchas por la consecución y recuperación de la tierra. Esta parte del territorio nacional fue un asentamiento de extensas haciendas esclavistas, sustentadas en la explotación de la mano de obra. Con la abolición de la esclavitud en Colombia y particularmente en el caso del Norte del Cauca, cobra preeminencia la lucha de los hacendados por retener la mano de obra negra en las haciendas y la lucha por la tierra de los negros libertos (Fernández, 1995)[1]

 

Los pobladores negros del Norte del Cauca a diferencia de las poblaciones indígenas que estaban asentadas a lo largo debieron construir un territorio y organizarse en poblados campesinos que surgieron de un proceso de apropiaciones legales e ilegales, en un principio clandestino, de ex-esclavos y sus descendientes en las vastas tierras planas de sus antiguos amos, terrenos que pocas veces estaban siendo cultivados. La guerra civil de 1860 fue un momento decisivo en la consecución de tierras para muchos negros libertos. Su participación permitió que muchos de ellos ocuparan tierras pertenecientes a hacendados gracias al caos político que se venía generando; organizados en cuadrillas se apoderaron de los terrenos boscosos de las haciendas, de donde fue casi imposible desalojarlos, sumado a ello, se negaron a pagar arriendo y terraje[2]

 

Entre levantamiento de guerrillas conformados por los negros, guerras civiles y grandes esfuerzos de los gobiernos de turno para reprimir estos levantamientos; gran parte de la primera mitad del siglo XX, se organizaron movimientos campesinos de la población negra en el Norte de Cauca. Esta la lucha campesina tuvo gran incidencia pues logró el acceso a la tierra obligando a muchos terratenientes a que parcelaran sus haciendas (Fernández, 1995: 24). A principios de la década del cuarenta, ya existía en el Norte del Cauca una comunidad de campesinos negros económica y socialmente autónoma, muchas de ellos con títulos de propiedad que cultivaban sus terrenos y tenían una economía prospera fundamentada en la producción de cacao, base de la economía de esta región por varias décadas.

 

Desde los años 30 empezó a crecer la producción de azúcar y de panela acompañada de la producción ganadera, actividades que requerían de más tierra, particularmente aquella que podía ser regada fácilmente con agua por su cercanía con los ríos. Precisamente estos eran los lugares donde mucha gente negra se había establecido, tierras fértiles y cercanas a los ríos consideradas terrenos baldíos porque estas personas no tenían títulos de propiedad. “una estrategia de los hacendados consistió en permitirles a los afrodescendientes adquirir propiedades en zonas aledañas a sus haciendas para mantener cerca la fuerza de trabajo, lo que configuró una relación paternalista entre los hacendados y los habitantes de los nacientes poblados de afrodescendientes, como Padilla y Guachené, entre muchos otros” (Icesi, 2010:2) [3]

 

A finales de los años cincuenta y los sesenta había unas diez haciendas en el Norte del Cauca y ya se había establecido una economía campesina ganada a través de una larga y ardua lucha cultivando cacao, plátano, frutales y productos de pancoger. Al producirse el bloqueo de azúcar cubana en el mercado estadounidense, éste puso sus ojos en Colombia y asignó una cuota. Bajo esta nueva ventaja económica, empresarios azucareros y sectores oficiales empezaron a expropiar tierras de campesinos negros y también a comprarla valiéndose de medios sutiles de hostigamiento en una cantidad estimada de entre 12.000 a 18.000 hectáreas. La destrucción de la finca tradicional que era el sustento de toda la familia llevo a los campesinos a emigrar a la ciudad.

 

Los adultos se quedaron solos en sus fincas, los jóvenes buscaron trabajo en las empresas de la ciudad y las mujeres se iban a trabajar a Cali o Popayán como empleadas del servicio. La tierra por la que habían luchado sus ancestros había perdido su valor, la gente la vendía por muy poco precio, era mejor ir a buscar fortuna a la ciudad. La finca tradicional fue reemplazada por la denominada mancha verde. La agroindustria de la caña y el crecimiento de los ingenios azucareros trajeron en todo el Norte del Cauca y sus regiones, pobreza y hambre; la gente pasó de ser propietaria a ser asalariada (Mina, 2006:63)[4]

 

Las acciones políticas de la población negra nortecaucana en contra de las políticas del Estado, especialmente por la tenencia de las tierras y por los servicios públicos, han sido recurrentes en las cuatro últimas décadas. Durante los años ochenta diversas expresiones reivindicativas se dieron: paros cívicos, invasión a propiedades de los  ingenios azucareros que antes eran de las comunidades negras, mingas para la recuperación de la finca tradicional, paros, protestas, bloqueos a vías principales, asambleas permanentes, quema de recibos de la energía, encuentros de intercambios entre líderes comunitarios del sur del Valle y el norte del Cauca, “Luchas cantadas” con canciones protestas escritas e interpretadas por campesinos, montajes teatrales escritos y diversas jornadas de capacitación políticas. En esa época surge en la zona plana de norte del Cauca el Movimiento Cívico Popular Nortecaucano (MCPNC), que articuló varios movimientos sociales de carácter reivindicativo que trabajaron en el ámbito urbano y rural siendo Puerto Tejada el principal núcleo de movilización popular. La crisis de la comercialización del azúcar en 1980, dio un respiro parcial al cultivo de caña que obligo a que muchas de las tierras cultivadas se dejaran en reposo por un tiempo. Esto permitió a los moradores de Puerto Tejada que pudieran organizar un movimiento de ocupación de tierras agroindustriales, mediante la expropiación popular espontánea e ilegal promovida por los destechados.

 

Antes de la constitución política de 1991 ya venían dando la pelea a través de las organizaciones por un reconocimiento basada en su identidad colectiva que se fue reconociendo y construyendo tomando como base su vocación agrícola y en algunos lugares minera, unas prácticas culturales similares entre sus pobladores y unas relaciones de parentesco, familiares y espirituales muy cercanas. La tenencia de la tierra ha sido de vital importancia como cordón umbilical que logra mantener esas tradiciones sociales y culturales que empiezan a desaparecer. Hacia la década de los ochenta y comienzo de los noventa, han incorporado otras exigencias que no solo implican defender la tierra, sino las injusticias sociales, la reivindicación étnica, el cobro exagerado de los servicios públicos, la recuperación de la finca tradicional y  la defensa ante  los embates de los actores armados y del narcotráfico.

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Movimiento afro, Norte del Cauca

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