Caso documentado por Edgar Alfonso Romero, 2013
A raíz de una serie de problemas representados principalmente en las crisis del sector entre los años 1976 y 1982, se dio la conformación de los diferentes grupos asociativos de productores de fique. La crisis se presenta por el ingreso al mercado nacional de fibras sintéticas de Estados Unidos y empaques de yute[1] proveniente de la India, después de que el Estado y la industria privada iniciaran una campaña masiva de fomento del cultivo de fique en la zona Andina de Colombia entre 1970 y 1974, principalmente en Nariño, Cauca, Santander y Antioquia. Aquí se hará énfasis especialmente en el departamento de Nariño. La siembra masiva de fique se llevó a cabo, gracias a las diferentes líneas de crédito, que la Caja Agraria otorgó a campesinos para que extendieran el cultivo en sus predios sin dejar espacio para la plantación de otros cultivos que les permitiera asegurar su base alimentaria. La asociatividad del sector tiene sus raíces en la necesidad de manifestarle al gobierno y al sector privado, que están organizados y que lucharán por defender sus derechos como campesinos y que como proveedores de materia prima, tienen un papel fundamental en el funcionamiento y economía del sector. Pero además, buscan demostrar que las importaciones de polipropileno y yute al mercado nacional, deteriora la economía e integridad de 75.000 familias que se sustentan en el cultivo de fique.
La siembra de fique se veía como una muy buena alternativa de negocio para ese entonces debido a que es un cultivo permanente y genera un flujo de caja corriente durante todo el año, lo que lo hace difícil de sustituir (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2004). Por esta razón los productores sembraron grandes extensiones de fique, no dieron lugar a la diversificación y tampoco a la seguridad alimentaria. “El fique daba para hacer mercado y pagar las deudas”, afirma el señor Joel Burbano líder fiquero de El Tambo municipio del suroccidente de Nariño. De esta manera los campesinos de los municipios fiqueros de Colombia se volvieron dependientes laboral y económicamente del cultivo de fique.
El apogeo del fique no solo fue debido a la bonanza del café. El Estado preocupado por los efectos de desabastecimiento de productos provenientes de Europa, debido a la segunda guerra mundial y la posguerra, motivó a que se entregaran subsidios para el fortalecimiento de empresas nacionales, entre estas las textiles que producían el empaque cafetero. Además se impusieron barreras al libre comercio y una política cambiaria elevada, que fortalecía el desarrollo interno de la industria nacional. Fue así como rápidamente las empresas procesadoras de empaques cafeteros llegó a consumir 38.000 toneladas anuales de fibra de fique (Navia, 2013), consolidándose rápidamente como una de las empresas más importantes a nivel nacional.
Fomento del cultivo, la realidad tras un negocio rentable (1970 – 1975). Los fiqueros son campesinos minifundistas que sembraron la cabuya ilusionados por la gran campaña que montaron la empresa privada y el Ministerio de Agricultura y que anunciaban la “era de oro del fique”, por la radio se trasmitían lemas como “siembre fique y viva feliz” y “la cabuya es plata suya”; en los pueblos se veían carteles en los que se decía: “siembre fique y gane pesos” y “el fique un cultivo en ascenso”. (Zamosc & Gaviria, 1979, p 6).
Zamosc & Gaviria (1979), afirmaban que fue tan arrasadora la campaña publicitaria de fomento del cultivo que hasta los sacerdotes desde sus púlpitos impulsaban los cultivos, aprovechando la fe católica que predomina en el sector y en lo rural en general/, de esta manera la campaña de fomento se legitimó gracias al poder ideológico que posee la Iglesia católica sobre la toma de decisiones por parte de los campesinos, hecho que fue definitivo para que le agricultor decidiera implementar nuevos cultivos de fique en sus predios. Por los campos se paseaban hombres vestidos con tela de costal de fique pregonando que esta fibra sería el vestido del futuro. Con entusiasmo muchos campesinos dedicaron sus mejores tierras y la producción de cabuya se duplicó. Entre 1960 y 1970, municipios enteros del Cauca, Nariño, Santander y Antioquia trasformaron su paisaje con una extensa plantación de fique, donde era una excepción encontrar cultivos de subsistencia como el maíz, yuca y papa.
Un indígena de Pueblo Nuevo Cauca afirma: “la gente de por aquí arranco toda la comida y todos nos regamos a sembrar cabuya, eso no quedó ni café, ni maíz, ni nada, sólo la cabuya, donde las parcelas están sembradas de lo mismo; hoy en día no tenemos la comida en nuestras tierras, hay que ir afuera a conseguirla más cara” (Iriarte G, 1977)
Los intereses particulares de cada una de las instituciones involucradas en esta campaña de siembras[2], buscaban solucionar su necesidad. En ningún momento repararon en determinar cuál sería el impacto del cultivo en caso de que se presentara una sobreproducción y menos aún pensar que el mismo Estado permitiera el ingreso de productos sustitutos como el polipropileno y yute a menor costo, dejando a los campesinos fiqueros en una grave situación, ya que estos no poseían ningún otro cultivo para el sustento.
El sector productivo del fique para esa época fue un medio de enriquecimiento del sistema capitalista de la industria que se quedaba con el mayor porcentaje de ganancia generada en la comercialización de empaques, subsistiendo así el campesino bajo una subordinación frente a estrategias para la generación de desarrollo.
El mercado nacional de fique se vio totalmente afectado, la industria tuvo la necesidad de parar las compras, debido a que el mercado se inundó de sacos de polipropileno y yute a muy bajo costo.
Las consecuencias de las magnánimas campañas de fomento, se comenzaban a visibilizar en las diferentes agencias de compra de la cabuya, grandes tumultos de campesinos con considerables cargas de fique para la venta, esperaban a que le compraran la fibra, pues se hacía necesario pagar jornales, la cuota del crédito a la Caja Agraria y hacer el mercado para la familia/, toda esperanza quedó consumida en cada uno de los bultos de fibra arrumados, frente a las agencias de la industria nacional. “La ruina de los productores en ese momento, los hizo regresar años atrás, a la antiquísima costumbre del trueque” (Iriarte G, 1977), esta fue una opción que por lo menos les daría un imperceptible ingreso para lograr comer algo o por lo menos darles a sus hijos; el trueque lo hacían con artesanos pero en minúsculas cantidades, ya que el consumo por parte de la artesanía era marginal.
Para estos líderes fiqueros la planta de fique es más que un sustento económico, es toda una cultura de saberes que desde sus ancestros han sido heredadas con el fin de conservar y aprovechar las grandes bondades de este cultivo. “Los lideres fiqueros”, como la gente los comenzó a denominar, decidieron congregarse en las plazas de los diferentes municipios fiqueros con sus bultos de fique que no habían podido vender. Este fue el primer paso que se dio para convocar a la protesta a miles de fiqueros de los departamentos de Cauca, Nariño, Antioquia y Santander, con el fin de abrir un espacio de reflexión y dar a entender que los productores de fique debían luchar por sus intereses y de alguna manera evitar el ingreso de más productos de yute y empaques de polipropileno, al país.
Desde el primer semestre de 1976, las 300 mil personas que dependían de la siembra de la cabuya en el Cauca, Nariño, Antioquia y Santander se vieron abocadas a una desesperada situación: las empresas procesadoras de la fibra suspendieron o disminuyeron considerablemente las compras a productores e intermediarios.
Según las entrevistas realizadas a los líderes fiqueros[3] que vivieron en carne propia cada uno de los sucesos descritos en este documento, todos coincidieron en que la conformación de asociaciones de primer y segundo grado, ayudaría en gran medida a la planificación, organización y recolección de necesidades del sector, con el fin de plantear al gobierno un pliego de peticiones entre los cuales estaban: 1- Aprobar un proyecto de ley mediante el cual se estableciera las condiciones para la conformación de un fondo parafiscal del fique, el cual se financiara con los impuestos gravados a productos de polipropileno; 2- incrementar aranceles a todos los productos obtenidos a partir del yute; 3- políticas agrarias para el desarrollo del sector fiquero basadas en asistencia técnica y estrategias para amortiguar los intereses generados por los créditos del fomento del fique; 4- establecer estrategias para la compra inmediata de las cosechas de fique represadas hasta la fecha.
La primera organización de fiqueros de carácter nacional que se conformó fue la Federación de Productores de Fique Fedefique, conjuntamente con los comités fiqueros de Nariño y Cauca liderados por Francisco Martínez, Albeniz Ramos y Antidio Chicanganá, “que se asumieron como disoñadores, es decir, como aquellos que diseñan su vida de acuerdo a sus propios sueños” (Revelo, citado por Osorio, 2007, p. 362) los cuales presentaron el pliego de peticiones a un delegado del Ministerio de Agricultura, ya que el ministro Pardo Vuelvas no tuvo el tiempo suficiente para atenderlos, situación que no dejó conforme a la delegación pues “ha sido frecuente que el campo se configure como un lugar donde hay inexistencia o poca vigencia de los derechos, un lugar propicio para dominar y para usurpar” (Osorio, XXX, p 7). Pocos días después promovieron nuevamente la movilización de fiqueros, pero esta vez decidieron cerrar la vía Panamericana, para ejercer mayor presión sobre el Estado y llamar la atención de todo el país.
Fueron cuatro veces en menos de un mes que los cultivadores de fique (principalmente indígenas) de Nariño y Cauca bloquearon la carretera Panamericana en la altura del sitio denominado Pescador, con el fin de exigir al Ministerio de Agricultura el cumplimiento del acuerdo para la compra de la fibra. Fenalco pidió agilizar el diálogo con los líderes fiqueros que se movilizaron hasta Bogotá, ante las cuantiosas pérdidas que el bloqueo ocasionaba a transportadores y comerciantes.
Debido a la presión ejercida por Fenalco, el gobierno tuvo que iniciar la negociación. Las medidas del gobierno, en un mensaje enviado por el presidente Alfonso López Michelsen de la republica a los productores fiqueros de Colombia anuncia:
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La compra de dos millones de sacos por parte del Idema a las industrias procesadoras de empaques, con la condición de que dicho dinero se emplee en la compra de cabuya a los productores.
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La segunda medida consiste en obligar a los molineros a empacar sus productos en sacos de fique.
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El gobierno exige “que los campesinos cambien de cultivos, que diversifiquen. Pues el gobierno se compromete a fomentar cultivos tradicionales y crianza de animales de corral a través de líneas de créditos específicas. cierre de comillas? Fuente?
Para los productores fiqueros no fue halagadora la propuesta presidencial, ya que “¿Qué significan dos millones de sacos, frente a las enormes existencias acumuladas más la producción anual de 51,5 millones?” (Iriarte G, 1977, p 3). La segunda medida “no influye en nada a la solución del problema, ya que el trigo siempre se ha estado empacando en esta forma; en cambio lentejas, garbanzos, arvejas y maíz llegan al puerto en empaques de yute”. (El Liberal Popayán citado por Iriarte G, 1976).
Para el tercer punto un agricultor de Caldono se manifestó así: “Ya nos endeudaron hasta la coronilla. El cambio de la cabuya por otro cultivo no se puede así no más; se necesitan máquinas y jornaleros. La solución inmediata para nuestro problema es que se asegure el mercadeo del fique, que se asegure la compra de nuestro producto. Porque el gobierno fue el que nos metió en este lío. Por su larga y rica experiencia el campesinado colombiano ya sabe a qué atenerse en cuanto a las políticas agrícolas de los sucesivos regímenes proimperialistas y antipopulares que han gobernado este país. Cada plan, cada proyecto, cada promoción oficial sólo redunda en beneficio de un puñado de grandes especuladores e intermediarios, lacayos del imperialismo, y en desmedro de las amplias masas de campesinos que día tras día ven cómo jamás les es permitido disfrutar la riqueza que producen con su trabajo y el de sus familias (Iriarte G, 1977)
La lucha de los productores fiqueros siempre se mantuvo constante en el tiempo, aprovechando cualquier espacio para encontrar la legitimación de la organización; en busca de la reivindicación de sus derechos como productores y campesinos de la zona, su lucha llevó al debate la posibilidad de crear el fondo parafiscal fiquero el cual se financiaría a través de gravar un impuesto a la comercialización de fibras y sacos sintéticos. Esta meta se logró hasta 1983, año en el cual el presidente Belisario Betancur por medio de la Ley 9 del mismo año, fundó el Fondo Nacional del Fique, para tratar de financiar estrategias que le permitieran al sector superar la crisis a la cual lo llevaron las relaciones de poder de la industria y el Estado, que subordinaron el trabajo campesino al capital industrial de las grandes empresas productoras de empaques.
Lastimosamente por lo que tanto se había luchado se perdió, ya que el gobierno nacional declaró que el sector fiquero no estaba lo suficientemente organizado para la planificación y ejecución de proyectos y por lo tanto el fondo nacional del fique pasó nuevamente a las arcas del estado. A partir de este momento los líderes fiqueros, conjuntamente con los campesinos, el sector privado y público, decidieron priorizar el cultivo del fique con un renglón importante de la economía nacional, situación que logró llegar a un acuerdo entre los diferentes actores del sector fiquero a nivel nacional. Todo el proceso de unificación de esfuerzos conllevaron a la integración vertical del sector productivo, el cual se refiere al hecho de una producción agrícola en sí misma no es sino un eslabón de una cadena más amplia sobre la cual actúan diversos factores (Zamosc & Gaviria, 1979). A partir de este momento el sector se dio cuenta que para alcanzar las metas propuestas deberían trabajar mancomunadamente los distintos eslabones de la cadena, con el fin alcanzar metas que beneficien a todos por igual.
El cambio se hizo visible rápidamente. El eslabón primario de la cadena inició un programa de siembras tecnificadas en zonas agroecológicas, determinadas como las de mayor productividad y definidas con estudios previos, mejorando los rendimientos por hectárea y por ende el incremento de sus utilidades. El precio interno de la cabuya se determinó en consideración con los precios internacionales de fibras competidoras. Esto conllevó a que el productor fiquero no solo dependiera de la cabuya, si no que estableciera cultivos de pancoger y otros comerciales asociados al fique, con el fin de obtener mejores utilidades por unidad productiva. Se establecieron alianzas estratégicas entre los diferentes actores de la cadena productiva y los consumidores potenciales con el objeto de responder a las exigencias del mercado de forma eficaz y propender así el mayor uso de la fibra y sus desperdicios. La educación y capacitación de los actores de cada uno de los eslabones de la cadena han mejorado la competitividad del cultivo, ya que se han normalizado a través de competencias laborales diseñadas por la mesa sectorial del fique liderada por el SENA y la cadena productiva. Estas normas se utilizan actualmente para la certificación de productores expertos del sector y para diseñar mecanismos de capacitación técnico, empresarial y ambiental.
La suma de todo el esfuerzo a nivel de cadena trajo como resultado la investigación y desarrollo tecnológico para el aprovechamiento integral de la planta principalmente basada en la transformación de residuos y mejoramiento de las labores de cosecha y beneficio que conllevo a la reducción de costos de producción. De esta manera el cultivo evolucionó desde un sector en crisis con tendencia a desaparecer hasta presentarse como una alternativa de desarrollo para los campesinos fiqueros de Colombia y amplias expectativas de mercado, gracias a sus características de biodegradabilidad favorables para la fabricación de empaques de productos naturales de exportación, consumo interno e incursión en obras civiles. El desarrollo del sector en los últimos 35 años se tejió lentamente, adoptando metodologías de trabajo empíricas y que con el tiempo se trasformaron en competencias laborales acordes a sus necesidades tecnológicas de producción y del mercado.
“Después de todo, valió la pena continuar con una lucha que aún no termina, ni terminará” dice Luis Alfredo Guerrero, fiquero de San José de Albán Nariño".