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Caquetá se mueve. 2016

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Desde hace más de un año, pobladores de varios municipios del Caquetá están en alerta por las explotaciones petroleras que se avecinan.

En Valaparaiso don José Antonio Saldarriaga ha comenzado una huelga de hambre. Junto con muchos otros campesinos, don José ha liderado un proceso de resistencia frente a las empresas Emeral Energy y Petroseismic Service. El Comité por El Agua y la defensa del Territorio que reúne todos estos esfuerzos sigue trabajando intensamente.

El gobernador del departamento, Edilberto Valencia, y otros líderes políticos están proponiendo una consulta popular que permita que los habitantes decidan si quieren o no este tipo de actividades extractivas en su territorio. Este sería un paso básico y fundamental para configurar bases de participación social y política, tan indispensables para concretar el lugar digno y respetable de los pobladores del campo, siempre aplazado, tantas veces ignorado.

Diversas redes de apoyo han manifestado su respaldo a este proceso en donde las comunidades  ponen en evidencia los límites de un desarrollo depredador, que es la base del modelo mismo. Y, nuevamente, el Estado asume la tradicional respuesta de la fuerza, en cabeza del Esmad, que ha resultado tan poco efectiva para disuadir la movilización y tan agresiva para quienes exigen su derecho a que su opinión sea  tenida en cuenta.  

La expansión de este tipo de actividades de exploración y explotación que son vistas para algunos sectores como la “gran oportunidad”, para los pobladores constituye “una gran amenaza”. Mientras para los primeros hay allí capital para acumular, grandes negocios y posibilidades para situarse en los grandes mercados, así como flujos de divisas, para los segundos se trata de nuevos despojos de aquello que han conseguido y construido con todo su esfuerzo, pero también es la muerte paulatina por los muchos daños que allí se generan para el agua, los bosques, la fauna y la vida en su conjunto.

Al igual que sucede en otros pueblos y regiones de América Latina, hoy el olvidado Caquetá entra al escenario nacional no por el mecanismo de redistribución de recursos y servicios, sino por la puerta de la desposesión. Luego de una historia de bonanzas que solo han dejado desolación, muerte y dominación, y de una reciente apuesta militar única presencia del Estado justificada en la lucha contra la subversión, el Caquetá entra en un nuevo ciclo en donde su territorio es visto con los ojos de la codicia, sus pobladores como obstáculos al progreso y los daños que se provocan, señalados como meras externalidades y costos menores que hay que pagar.

Por fortuna, hoy se responde con la fuerza de un movimiento social que va creciendo hacia procesos que articulan el campo y la ciudad como ha pasado en otras regiones del país, como en Cajamarca, Tolima o en Santurban en Santander.  ¡Caquetá también se mueve!

Caso documentado por Flor Edilma Osorio, 2016

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