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Caso documentado por María Bibiana Granados, 2013

En Colombia se han venido desarrollando este tipo de iniciativas en varias regiones del país, con especial énfasis en el surgimiento de organizaciones comunitarias de productores que acceden a las certificaciones de comercio justo[1], dando un valor agregado a sus productos y accediendo a primas y beneficios que da el movimiento a nivel del mercado internacional. Este es el caso de la Asociación de productores agroecológicos de la Sierra Nevada de Santa Marta y La Serranía del Perijá, Asoanei, creada en 1996 con el ánimo  de organizar procesos de agricultura ecológica, promoviendo la permanencia cultural de las comunidades indígenas Arhuaco, Kogüi, Kankuamo y Wiwa y comunidades campesinas de la zona norte del país.

 

La pérdida de un 80% de cobertura vegetal y con ello a la erosión y sedimentación de las cuencas hidrográficas[2] han visto afectado las dinámicas culturales y ancestrales así como su seguridad y soberanía alimentaria de los grupos indígenas. En respuesta a esta realidad la confederación indígena inicio procesos de resistencia y de recuperación de su territorio, como el centro de su existencia y su razón de ser:  “Nuestro territorio es importante no sólo por la diversidad biológica, sino porque existe una cultura que está basada en la concepción integral y sagrada del espacio que habitamos, sustentada en el desarrollo de los conocimientos tradicionales, que han sido heredados de generación en generación, desde la creación del mundo hasta hoy, para el uso y manejo de nuestros recursos y el desenvolvimiento de nuestra cultura y nuestros valores. En otras palabras, los conocimientos tradicionales para el manejo del territorio están ligados íntimamente al espacio geográfico, topográfico y ambiental; para asegurar la soberanía de la producción alimentaria y la perpetuidad de la cultura que sabe y conoce de su espacio físico” afirma Leonor Zalabata, Mujer Arhuaca[3].

 

Desde finales de los años ochenta los pueblos indígenas de la Sierra inician un proceso de sustitución de cultivos ilícitos por café y cacao, acompañados por la federación nacional de cafeteros y organizaciones de cooperación internacional como USAID. El proceso de producción del café por parte de la confederación indígena se lleva a cabo bajo procesos ancestrales, en los cuales prevalece el cuidado de la naturaleza, dichas prácticas sumadas a las características ecosistémicas, de suelo y clima dan al café de la Sierra unas características en taza que lo clasifican como café especial y uno de los mejores cafés de Colombia, apetecido especialmente en el mercado japonés por sus notas aromáticas que recuerdan el té.[4] Desafortunadamente, pese a la riqueza cultural y la calidad del café producido en la Sierra Nevada, los productores indígenas no reciben la remuneración correspondiente al tipo de café que producen y a lo invertido en su producción. El café producido por una familia Arhuaca se vende en su destino final a un valor casi catorce veces mayor al recibido en la Sierra. Dentro de este contexto, se pone en marcha un plan de recuperación de tierras ancestrales constituyéndose en uno de los objetivos principales como pueblo indígena. La confederación se ha venido organizando en la identificación de los terrenos a adquirir, a los cuales acceden con la colaboración de organizaciones nacionales e internacionales. Una vez adquiridos los territorios y al ser incorporados al resguardo, estos son aislados y de acuerdo con la tradición ancestral se deja que la “madre tierra” siga su curso y se restaure por sí misma (sucesión natural), [5] recuperando a 2009, 1200 hectáreas de tierra con ayuda de The Nature Conservancy.[6]

 

Sumado a esta iniciativa, surgen movimientos enfocados a la comercialización de los productos agrícolas y de artesanías, buscando una remuneración justa, la conservación del territorio y la defensa de la identidad como cultura. Es así como se crea Asoaneí que agrupa 600 familias de productores indígenas de las cuatro etnias de la Sierra Nevada: Arhuacos, Koguis, kankuamos y Wiwas quienes comparten una visión integral de protección de los bosques, las montañas, ríos y animales. La asociación busca acceder a los programas de comercio justo, cumpliendo con sus criterios y de esta manera contar con la certificación que les permita acceder a mercados diferenciados en los cuales sea reconocido el valor ambiental y cultural de sus productos con especial énfasis en el café orgánico.  Es una manera de defender su identidad, su tierra y de mejorar sus ingresos económicos. La asociación busca comercializar productos orgánicos y ambientalmente responsables, bajo el esquema de comercio justo dirigido a mercados diferenciados y obteniendo ingresos para acceder a los bienes y servicios que apoyen la protección del territorio, su autonomía y su seguridad alimentaria.  Asoanei parte de la concepción indígena del cuidado con la naturaleza por medio de una producción limpia, atributo reconocido en el mercado como producción orgánica que se identifica mediante un sello que permite al consumidor reconocer el producto y pagar un precio más alto. Para esto fue necesario un proceso de certificación que terminó en el año 1998 y que se complementó en el año 2008 con el sello de Fairtrade (Sello internacional de comercio justo) el cual garantiza un precio mínimo y una prima social administrada por la asociación para ejecutar planes de desarrollo elegidos democráticamente por sus miembros (Izquierdo, 2011, en Zamora & Mastrodoménico, 2011 ).

 

A través del comercio justo Asoanei establece relaciones directas entre productores y consumidores, mantiene precios justos que permitan ingresos dignos por el trabajo de las familias productoras, promueve relaciones y contratos de comercialización corresponsable, recibe una prima comunitaria que permite la inversión en los proyectos colectivos, visibiliza la importancia cultural y ambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta y sus pueblos indígenas, comunica su lucha con respecto a la protección de la Sierra como centro del mundo y la importancia de sus saberes ancestrales, ha demandado atención del gobierno nacional, así como solidaridad y reconocimiento de su lucha. El riesgo potencial de estos procesos es el de integrarse al sistema y terminar siendo parte del modelo comercial y de competencia, perdiendo la razón de ser de la asociación, en donde la cosmovisión de los pueblos indígenas y su lucha se constituyan en un slogan más del mercadeo y de las estrategias publicitarias. Como se verá al cierre de esta sección, las soluciones tienen problemas que no siempre son evidentes. El maneje inadecuado de la dedicación casi exclusiva al cultivo de café para la exportación si bien ha dejado mayores ingresos económicos ha generado desnutrición en los niños y provoco un ejercicio colectivo de las mujeres de la comunidad de Jewrwa para revisar no solamente como disponer de un pancoger en todas las familias, sino también como cuestionar su propio lugar en la vida cotidiana y organizativa de ellas.

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